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Ideas profesionales para presupuestos aficionados

Desde Santa Elena, Medellín

Llevo varios días viendo llover en Santa Elena: ver llover en Santa Elena es como estar en el fondo de un vaso de leche. Rodeado por completo de blancura pura. Lo que era verde, casi todo, se vuelve blanco en un dos por tres. Empiezas a ver como si estuvieras filmando montañas, a la distancia, a través de un lente empañado. De un lente lleno de hongos, de un lente extraviado, de un lente perdido por siglos en la maleza. Eso. Ver llover en Santa Elena es como si Dios hubiera vaciado un sobrecito de Sal de Frutas Lúa en el agua de tus días.

Un Barranquero, ese pájaro azul de cola larga (conocido también como La Soledad), elegante como unas fresas con crema, como un arroyo montaña abajo, como una flor, aterriza en la rama de un árbol para hacerme compañía.

Siempre me he preguntado por qué la gente se viene a vivir a Santa Elena. Bueno, siempre no. En realidad me vengo haciendo la pregunta desde que me vine a vivir acá. Hace 3 años más o menos y, mi teoría, es que es el ego, la posición del lugar en relación a la ciudad.

Nos gusta la ubicación de Santa Elena. Eso es todo.

Que es arriba de Medellín. En lo alto. Un corregimiento colgado de la Montaña, como en el techo, como en un trono, como nos gusta a los que nos venimos a vivir aquí. Arriba.

Nada mejor que sentirse superior a una ciudad con tanta autoestima.

Si miras a Santa Elena desde el centro de Medellín, te es difícil creer que un bus te pueda subir tanto, en tan poco tiempo.

En realidad, es casi imposible creer que un transporte terrestre pueda trepar esa pared de musgo como se percibe desde abajo.

Y cuando vas subiendo, y ves la ciudad desde arriba, como quien ve una araña escaparse debajo de un sofá, lo creerías menos si no fuera porque haces el recorrido varias veces a la semana.

´Cómo es posible que Medellín pueda estar tan abajo y vos tan arriba´, te dices.

Pero es cierto. Desde Santa Elena, Medellín se ve como lo que en realidad es: pequeño, villorrio, pueblito de mis cuitas.

En mi cuenta personal de Twitter, @PlanoEternoTV, puse una vez, no hace mucho, algo así como, (palabras más, palabras menos): ´Santa Elena está llena de gentes que creen no ser merecidas por Medellín, pero que tampoco les alcanza para vivir en Llanogrande´, un trino que resume mucho mi teoría.

Luego, una conocida de Medellín, me respondió, a través de su cuenta personal, @ExtranjeraEnChile (no necesito explicarla demasiado):

- ´Como vos´.

Un trino que, igual, sigue reforzando mi teoría.

Revisando mis documentales de los últimos meses, también me he encontrado varias explicaciones: ´…por su cercanía a Medellín y la limpieza de su aire puro…´, dice uno. (Un documental sobre un túnel que planea atravesar la montaña). 

En otro, un documental sobre perros, un testimonio habla de estar lejos de las tentaciones de la ciudad:

- ´Caminar por Medellín, es caminar por esquinas llenas de demonios´, dice en tono sarcástico, pero el contexto es otro.

El contexto es el consumismo. La pregunta que yo le había hecho al entrevistado era sobre ello y por eso la respuesta. Porque ya habíamos hablado, dos minutos antes, de la mujeres de Medellín y de la oferta y la demanda y todas esas cosas.

Mis documentales son así. No tienen mucho, no significan demasiado tampoco. Pero me gusta que sean así. Vaciados de significantes, mejor dicho.

Pero volvamos al tema, al ego. Hay que creerse mucho para venirse a vivir acá. Eso digo. Y no es que sea palabra escrita en la roca, ni mandato divino tampoco. No lo digo tampoco completamente por mí, aunque debería. Pero lo digo también por la gente que conozco. Que he aprendido a conocer aquí. Tiene que ver mucho con la geografía, estoy seguro. No tanto con el clima, aunque también. Hay una cosa de ego en todas esas motivaciones allá afuera. Ya tendré tiempo de explicarlo más.
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Mejor sigo hablando de mi trabajo, mientras tanto. De lo que hago para ganarme la vida. De mis documentales. De mis vídeos. Pequeñas piezas audiovisuales que básicamente muestran cosas sencillas. Como mis perros, por ejemplo. Mis perros salen mucho en mis documentales. Cierta mañana uno de ellas, mi perrita Lupe, vino con un pájaro muerto en la boca. Fue la cosa más linda que había visto en mi vida. Me quedé todo el día grabando a mi perra Lupe con ese pájaro muerto, para allí y para acá. No sabía si comérselo o enterrarlo. Era verdiazul. Como un barranquero, pero pequeñito, seguramente un pichón de barranquero.

Luego que terminamos de grabarnos, le quité el pájaro a Lupe y lo eché en una bolsa. Si lo dejaba por ahí, ella podría volver a cazarlo. Cazar un pájaro muerto no debe ser la gran cosa para Lupe, pero ella es capaz de hacer cosas así. Yo lo sé. Por ese tipo de gracia natural me gusta sacar a mis perros mucho en mis vídeos. En los que son pagados, y en los que no también.

Ahora ha salido el sol. Así es por aquí. De repente, para de llover después de tres días y sale el sol. Es un poco como la vida. A veces amaina. A veces no. A veces llueve y llueve, y no para de llover, y vos te decís, Dios mío, dame un respirito, pero no, la vida no es así. La vida, a veces, no da espera, hay días que vienen sin sosiego. Pero como dice la canción: ´nunca se puede saber, lo que va a ocurrir mañana, salvo que al fin de semana, le sigue un lunes otra vez´. Y que hasta mañana no vuelve a llover. Y así.

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